LAS 5 P’S DEL ÉXITO (Paciencia, Prudencia, Persistencia, Pasión y Perseverancia)
Todo surge en el momento que nuestro desarrollo profesional y personal día a día nos exige un cuestionamiento más profundo de las situaciones que vivimos
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Todo surge en el momento que nuestro desarrollo profesional y personal día a día nos exige un cuestionamiento más profundo de las situaciones que vivimos
Cuando me hago esta pregunta siempre se me viene a la mente la gente que está esperando en una fila, ya sea del metro, del transporte, del teatro o del cine, pero la gente normalmente está esperando que algo pase para que algo funcione en su vida. A lo largo del tiempo he escuchado a mucha gente decir que se encuentra esperando a que le resuelvan o a que le den una solución para poder avanzar; y en eso gastan el tiempo de su vida, en estar esperando. ¿Sabes? Hoy escribiendo estas líneas, estoy pensando en qué gastar el tiempo de mi vida; de los cero a los 10 años creo que empezamos a entender cómo es que funciona una familia, la escuela, los amigos, cómo es que era el modelo ideal de una persona, y yo, empecé a querer ser ese personaje de la serie, un hombre vestido de gris, casado, con dos hijos, con una familia promedio, con un trabajo promedio, con una vida promedio; siendo un hombre promedio, eso fue lo que aprendí en mi niñez. A los 15 años aprendí un poquito del sentido de responsabilidad, respeto y dolor, debido a los acontecimientos que viví en ese momento, pero hoy sé que esa fue la etapa más feliz de mi vida; aún añoro a esas personas que compartieron conmigo momentos de la secundaria, o aquellos que compartieron algún momento increíble. Sigo extrañando, sigo añorando y sueño con revivir esos días, días en los que solo te sentabas en la banqueta, ver el atardecer, caer o hacer una travesura, correr, jugar y que no pasara nada. La siguiente etapa de mi vida, de los 15 a los 20 años, se convirtió en una temporada llena de aprendizaje, de formación, de experimentar y de probar cómo funcionaba el mundo; cómo equivocarse, cómo tomar una decisión, decidir a qué te quieres dedicar el resto de tu vida y saber que si te equivocas hay un costo, hay un precio por todos los errores que uno comete, aprender que si manejas borracho seguramente vas a chocar, y que no importa la experiencia que te dejen los demás, como decimos los mexicanos, uno aprende siempre más en camisa propia. Luego vienen los 25, una etapa de mi vida diferente, donde creo que el tiempo lo empiezo a invertir en mi futuro, en qué voy a hacer el día de mañana, pero uno no tiene ni idea porque ni siquiera tienes claro en que eres bueno o en que eres malo, ni siquiera tienes claro cuáles son tus talentos o cuáles son tus debilidades, porque a esa edad uno siente que en todo es bueno, que nunca vas a fallar y que siempre todo te va a salir bien, porque tienes ese ímpetu de joven para querer crecer. De los 25 a los 30 creo que es una etapa en mi vida de madurez, de consolidación, de conjuntar todo ese aprendizaje que tuve de joven, pero, sin embargo, era experimentar, yo creo que la palabra clave es aprender a experimentar, poner en prueba y error tus decisiones y a ver qué pasa y a ver qué sucede si te haces para la izquierda o para la derecha. Y luego de los 30 a los 40 se vuelven la etapa de trabajo, de sembrar, de aprendizaje y de crecimiento, porque uno nunca deja de crecer, no importa qué edad tengas, siempre estás aprendiendo y estás creciendo; esa década se vuelve en mi vida una época de consolidar todo lo que he aprendido durante los últimos 30 años gastando mi tiempo solamente invirtiéndolo en mi trabajo, ahí es cuando empiezas a reflexionar en qué has gastado el tiempo de tu vida y volteas y dices; llevo 19 años trabajando y dedicándome a lo mismo. Para muchos sería terrible decir, oye llevo 19 años haciendo lo mismo, con los mismos resultados; pero lo que yo hago es mi pasión y me doy cuenta de que estoy en el lugar correcto, cuando empiezas a ver los resultados de lo que un día te imaginaste en tu mente hecho realidad, o cuando te das cuenta de que la fórmula que creaste funciona, o que la idea que materializaste si nace y empieza a caminar, y crece y crece contigo, y se convierte no solamente en una idea, sino en un legado que le estás dejando a muchas personas, para que esas personas lo reproduzcan. Hoy tengo 41 años, cerca de cumplir 42, y sigo pensando en qué he gastado todo el tiempo de mi vida, tengo muy claro que los 42 años que ya viví son los que ya no tengo, y que aún no sé cuántos años me esperan. Hago conciencia, veo que mi esposa se preocupa por mi salud, por mi tiempo, por cómo estoy, pero hoy yo te invito a que reflexiones en qué gastas tu tiempo, en ganar dinero para comprarte algo o gastas tu tiempo en una pasión que has convertido en tu trabajo, en una pasión en donde puedes invertir el tiempo y saber que estás en el lugar correcto. Por último, solo te puedo decir que cuando pienso en qué he gastado el tiempo de mi vida, lo he gastado en cumplir los sueños de las personas que me rodean y los míos. Si tú estás gastando tu tiempo en cumplir tus sueños, estás en el lugar correcto, te invito a que gastes tu tiempo en cumplir el sueño de tu pareja, de tus amigos, de tus colaboradores, de tu equipo de trabajo y que cumplas los sueños de todos los demás, porque en la medida que tú cumples los sueños de ellos, se cumplen tus sueños. Es increíble como eso va sucediendo, no tengo una manera de explicártelo, pero funciona, solamente piensa que cuando tú estás cumpliendo el sueño de alguien más, estás cumpliendo tu propio sueño de alguna manera. ¿Hoy en qué estás gastando tu tiempo?
¿Sabías que la mayoría de dispositivos móviles y pantallas LCD producen una luz azul que es perjudicial para tus ojos? La luz blanca que utilizamos durante el día reúne todas las longitudes de onda o los colores del espectro visible, dentro de esta luz blanca aproximadamente el 25% es de color azul y estas longitudes de onda pueden ser peligrosos para nuestros ojos, pero así mismo no todos los rayos azules son perjudiciales para nuestra salud. La luz azul turquesa tiene muchos beneficios para el ser humano, por ejemplo, es la encargada de ajustar nuestro reloj biológico, es la que regula nuestro ciclo de vigilia/sueño, además de la temperatura corporal, también procesos cognitivos y de la memoria; incluso para la correcta percepción de los colores y para tener una buena agudeza visual. Por otro lado, encontramos la luz azul violeta que tiene longitudes de onda más cortas y por lo tanto es la que más energía tiene, esta luz azul y esta energía puede provocar fatiga y estrés visual, además de la famosísima aparición de la degeneración macular (es una enfermedad ocular que puede nublar la visión central) asociada con la edad, que es una de las principales causas de la ceguera en el mundo. Entonces ¿Dónde encontramos la Luz azul dañina? Desafortunadamente la tecnología y el uso permanente a dispositivos móviles con pantallas LED aumenta la exposición, ya que estas son las principales fuentes de producción de esta luz azul dañina. ¿Cómo debemos protegernos? Existen varias tecnologías para esta protección, pero la más común y la que más recomendamos son los lentes Blu-ray con protección a la luz azul en masa, ya que corta el 95% de las luces dañinas dándonos una protección siempre que usemos nuestras gafas, si utilizamos unos lentes para el sol o para ir a la playa de igual manera recomendamos utilizar unos lentes de protección, o bien siempre que estemos frente a la computadora o que vayamos a utilizar durante largas jornadas cualquier tipo de dispositivo móvil con pantallas LED.
Yeudel Ramírez dirige Medical Life y en este artículo te cuenta sus aprendizajes para que puedas copiarlos.
Sin duda cada año es un motivo para renovarnos, pensamos en los propósitos de Año Nuevo y en los nuevos proyectos que queremos lograr en este 2022.
El manejo de Crisis By. Yeudel Ramírez El año 2024 marcó un antes y un después en mi vida. Fue un año de quiebre, de pérdida y dolor, pero también de descubrimiento, sanación y transformación. Enfrentar el divorcio, separarme no solo de una pareja sino de una vida construida en conjunto, perder amistades que creí incondicionales y, al mismo tiempo, encontrarme de nuevo conmigo mismo, ha sido una experiencia profundamente humana. Este Blog es un intento de narrar ese viaje emocional, no solo como un testimonio, sino como una forma de entender cómo se puede atravesar una crisis sin perderse por completo. Cuando comenzó 2024, aún vivía bajo la ilusión de estabilidad. Mi relación de pareja, aunque desgastada, parecía un vínculo que podría sostenerse con esfuerzo. Sin embargo, llegó un punto donde la realidad se impuso: lo que existía entre nosotros ya no era amor, sino rutina, distancia emocional y, en muchos momentos, dolor. El divorcio no fue solo un trámite legal; fue la caída de un mundo. La casa compartida, los planes, las pequeñas rutinas, todo se fue desmoronando. Lo más difícil no fue firmar un papel, sino aceptar que debía seguir adelante solo. El duelo posterior fue brutal. Aprendí que el duelo no es exclusivo de la muerte; también se llora una relación, una versión de uno mismo, e incluso a las personas que se alejan cuando más las necesitas. Amigos que alguna vez estuvieron cerca, se desvanecieron poco a poco. Algunos no supieron cómo acompañarme, otros simplemente eligieron no estar. Esa soledad me obligó a mirar hacia dentro, a enfrentar vacíos que había evitado durante años En medio de ese proceso, recordé una historia que siempre me pareció fascinante, pero que nunca había sentido tan cercana: la del águila. Se dice que, al llegar a los 40 años, este majestuoso animal enfrenta una dura decisión. Sus garras se debilitan, su pico se curva, sus plumas pesan demasiado como para volar. Entonces tiene solo dos opciones: dejarse morir o pasar por un doloroso proceso de renovación. El águila vuela a lo alto de una montaña, se refugia en un nido seguro y, una a una, arranca sus plumas, rompe su pico y sus garras contra las rocas. Es un proceso de profunda transformación que dura meses. Y cuando finalmente vuelve a salir, lo hace renovada, más fuerte y lista para vivir otros 30 años. Así me sentí. Como un águila en la cima de su montaña, forzado a romperme para volver a volar. Enfrenté no solo la pérdida de mi pareja, sino también de amistades, de mi sentido de identidad, de estabilidad económica y emocional. Todo lo que creía seguro se vino abajo. Pero esa crisis me obligó a detenerme, a encerrarme simbólicamente en mi montaña interior y comenzar a reconstruirme desde los cimientos. Poco a poco, empecé a reconectarme conmigo mismo. Sin la distracción del «nosotros», comencé a explorar nuevamente quién era yo. Redescubrí pasiones olvidadas, busqué ayuda profesional, escribí, lloré, caminé mucho. Aprendí a estar solo sin sentirme vacío. Me di el permiso de sanar a mi ritmo, sin presiones ni apariencias. Empecé a valorar el silencio, el autocuidado, la honestidad conmigo mismo. Cada día fue una pequeña victoria: preparar una comida solo, dormir sin angustia, reír sin culpa, imaginar un futuro distinto. Entendí que la crisis no destruye lo esencial, solo sacude lo superficial. Lo esencial —mi capacidad de amar, de reconstruirme, de crear nuevos vínculos— seguía intacto. Como el águila, emergí del proceso con nuevas garras, un nuevo pico, y sobre todo, con alas más ligeras y más fuertes. Hoy, al mirar atrás, no veo 2024 solo como un año de pérdida, sino como un punto de inflexión. Fue el año en que todo cambió, sí, pero también fue el año en que comencé a ser verdaderamente yo. A través del dolor, descubrí la resiliencia. En la soledad, hallé la autenticidad. Y al perder tanto, gané algo invaluable: una nueva relación conmigo mismo. Las crisis no son finales, sino inicios disfrazados. Como el águila, a veces debemos aislarnos, deshacernos de lo viejo, pasar por el dolor de soltar, para renacer con más fuerza. Aprender a vivir la transformación, sin miedo al proceso, es quizás una de las lecciones más importantes que la vida me ha enseñado. Y si algo he comprendido profundamente, es que el secreto para atravesar una crisis está en el agradecimiento. En medio del caos, siempre hay algo por lo que dar gracias. En mi caso, fue mi trabajo. Ese espacio al que he dedicado 22 años de mi vida se convirtió en un ancla, en un refugio donde pude desarrollar, crecer y mantenerme en pie cuando todo lo demás parecía tambalear. Fue el lugar donde me sentí útil, valorado, y donde encontré algo de estabilidad en medio de la tormenta emocional. Agradezco por ese espacio, y también por lo que sí tengo en mi vida: salud, capacidad de reinventarme, personas que sí se quedaron, y sobre todo, la posibilidad de seguir adelante. Quiero cerrar este blog recomendándote un ejercicio sencillo pero poderoso: cada día, toma unos minutos para escribir o pensar en 10 cosas simples por las cuales estás agradecido hoy. No tienen que ser grandes logros ni momentos extraordinarios. Puede ser algo tan simple como tener agua caliente para ducharte, unos zapatos —sin importar la marca— que te protejan los pies, el hecho de poder ver, caminar, o respirar con libertad. Ser consciente de esas pequeñas cosas reprograma la mente y reabre el corazón. Hoy, la vida no solo me enseñó a agradecer por lo perdido, sino también por lo que ha llegado. Me dio la oportunidad de conocer una nueva forma de amar. Alguien entró en mi vida, no para llenar vacíos, sino para caminar conmigo con ternura y luz. Alguien que me ayudó a sanar el corazón. Y con ese amor, llegó el regalo más grande de todos: la bendición de ser padre. Un nuevo comienzo, una nueva vida, una razón más para agradecer cada día
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